La Psicología con las nuevas masculinidades
El modelo tradicional que habla sobre la masculinidad y feminidad escarifica las relaciones personales pero también el tipo de relación que tenemos con nosotros mismos. Las nuevas masculinidades buscan alcanzar la igualdad reflexionando sobre cómo la masculinidad tradicional nos ha marcado y qué pasos podemos dar para que la igualdad de género se convierta en una realidad.
Son muchos los espacios que durante los últimos años se están abriendo para dar cabida a ésta aportación contra la violencia de género, desde las luchas feministas hasta las producciones culturales. Sin embargo a día de hoy, es difícil encontrar un centro de psicoterapia con perspectiva de género dirigida a hombres y mujeres.
¿Qué papel cumple lo maculino y los mandatos de género?
El «los hombres no lloran» es quizás el cliché más extendido cuando pensamos en las identidades de género masculinas. Sin embargo el movimiento feminista y la psicología nos han aportado mucho más que ese tópico.
El vigor y la fortaleza son adjetivos clave que acompañan a la idea de hombre en nuestro imaginario colectivo. Este ideal se arraiga en la vida de muchos hombres que buscan, conscientemente o no, alcanzar esa cota.
Terapia individual
Para que las cosas empiecen a encajar…
Efectos a nivel individual:
Si pensamos en el aspecto individual, una de las primeras consecuencias que encontramos es la censura emocional. No todas las emociones nos están permitidas a las personas que habitamos cuerpo de hombre. Y las que se nos permiten, algunas solo se contemplan en situaciones restringidas. Las nuevas masculinidades señalan: Si la imagen que tenemos que mantener es la de fortaleza, expresiones como el miedo, la duda o la tristeza no son admitidas.
Por extensión, en situaciones difíciles nos cuesta más pedir ayuda, dado que desarrollamos cierta tendencia a la autosuficiencia, proveer de protección y no necesitarla. Cuando todo depende de uno mismo, y el objetivo es conquistar el entorno existe un elevado riesgo de verse desbordado por las frustración y en última instancia, la depresión.
Con este coctail encontramos que el consumo de alcohol, tabaco y cannabis sea mayor en hombres que en mujeres. Por si fuera poco, esta deriva centrada en la omnipotencia y la independencia, cuando se extrema, nos convierte en verdaderos zotes en materia de comunicación afectiva, asertividad y gestión de conflictos.
Efectos a nivel interpersonal:
Si por otro lado pensamos en el aspecto social uno de los primeros efectos que aparece es la presión grupal. Son muchos años, décadas y siglos de perfeccionamiento de este patrón de pensamiento y comportamiento. Todos sabemos que hay leyes no escritas que nos guían sobre cómo actuar en cada situación.
La presión grupal aquí adquiere un matiz añadido que a veces se define desde las nuevas masculinidades como «el pacto de hermandad entre hombres». Esto es una situación cotidiana e invisible donde ante alguna actitud machista en mayor o menor medida, un hombre busca el apoyo y la complicidad de otro, de modo que se sienta legitimado en su postura. El pacto entre hombres va mucho más allá de este ejemplo, y permite imaginar por qué ocurren y se perpetúan muchas conductas que van dirigidas a la mirada aprobadora de un grupo de referencia.
A ese pacto tácito hay que añadirle otra característica asociada al vigor y la masculinidad normativa: la tendencia al riesgo. Bajo esta premisa, nos es necesario probar nuestra fortaleza y valía con ahínco. Esta predisposición nos orienta a competir, buscar el éxito y producir mediante el trabajo remunerado. La laboroadicción está más presente en hombres, pero tampoco es de extrañar que concentremos mayor índice de accidentes, problemas de salud, quiebras financieras, ludopatía, etc.
Consecuencias directas:
El consumo de sustancias como recurso para gestionar el sufrimiento y el malestar es manifiestamente perjudicial para la salud por motivos evidentes. Sin embargo, la cara menos visible es que además se pierde la oportunidad de aprender, desarrollar capacidades y fortalecer nuestro self.
Dada la presión para producir, competir y ser autónomo, lo reproductivo y asociado a los cuidados queda en segundo plano. Por supuesto las consecuencias más directas tienen que ver con cómo nuestros privilegios nos sitúan en una posición aventajada. De cómo el precio que pagamos por lo que tenemos es menor de lo que nos llevamos.
Sin embargo, y a modo de síntesis, es necesario fijarnos en las pérdidas silenciosas que nos señalan las nuevas masculinidades: momentos vitales, situaciones que podíamos haber vivido si nos lo permitiéramos pero que no han podido ser. Compartir abrazos, expresar nuestro cariño, buscar una mano cuando estamos abajo, permitirnos a veces bucear por la miseria con alguien para después salir a flote habiendo aprendido valiosas lecciones.
Psicoterapia para deconstruir:
La identidad de género, la orientación sexual o la expresión de género son aspectos de gran calado para las personas. A veces llegan hasta el punto de tomarse como un Todo cuando oimos hablar de «ese chico trans», «aquella mujer lesbiana» o el «tipo amanerado». Y es que hemos invertido muchos años y esfuerzo en construir nuestra personalidad, hacia dentro y hacia fuera. Resulta sensato pensar que si queremos cambiar cómo expresamos nuestra masculinidad, en concreto aquellos aspectos más lesivos, necesitamos revisar todo nuestro marco vital de referencia, nuestras experiencias, nuestro desarrollo, valores, automatismos, ideales, etc. No es trabajo sencillo, pero si necesario. La psicoterapia, como instrumento de crecimiento personal, es un espacio privilegiado para emprender el camino hacia las nuevas masculinidades.