La Psicología con las nuevas masculinidades
El modelo tradicional que habla sobre la masculinidad y feminidad escarifica las relaciones personales pero también el tipo de relación que tenemos con nosotros mismos. Las nuevas masculinidades buscan alcanzar la igualdad reflexionando sobre cómo la masculinidad tradicional nos ha marcado y qué pasos podemos dar para que la igualdad de género se convierta en una realidad.
Son muchos los espacios que durante los últimos años se están abriendo para dar cabida a ésta aportación contra la violencia de género, desde las luchas feministas hasta las producciones culturales. Sin embargo a día de hoy, es difícil encontrar un centro de psicoterapia con perspectiva de género dirigida a hombres y mujeres.
¿Qué papel cumple lo maculino y los mandatos de género?
El «los hombres no lloran» es quizás el cliché más extendido cuando pensamos en las identidades de género masculinas. Sin embargo el movimiento feminista y la psicología nos han aportado mucho más que ese tópico.
El vigor y la fortaleza son adjetivos clave que acompañan a la idea de hombre en nuestro imaginario colectivo. Este ideal se arraiga en la vida de muchos hombres que buscan, conscientemente o no, alcanzar esa cota.
Nuevas masculinidades
Para construir nuevas masculinidades y una terapia feminista hemos de atender al desarrollo psicológico de las personas. Este está marcado por múltiples factores, que van desde la más estricta genética hasta elementos ambientales, pasando por la influencia de los sistemas familiares, sociales, económicos y culturales. En el marco de la perspectiva de género la psicología tiene que asumir la responsabilidad de incorporar visiones y abordajes que permitan alcanzar la igualdad.
La necesidad de pensar en unas nuevas masculinidades está cada vez más presente desde hace décadas. Como esta forma de repensar en la masculinidad tradicional no es algo nuevo, hay quien habla de masculinidades híbridas o masculinidades alternativas y no utiliza tanto el término nuevas masculinidades.
Desde luego es un campo sembrado de un debate muy fértil que cuenta con férreas defensas y críticas a partes iguales. Sin embargo hay una práctica unanimidad acerca de los efectos que el modelo de masculinidad normativa tiene sobre las mujeres, personas LGTBI+ e incluso los propios hombres y su salud mental.
Aunque hablemos de nuevas masculinidades no perdemos de vista que los aspectos nocivos que generan las masculinidades normativas son mucho mayores que el precio que se paga por ellas. No obstante, para desarmarlas, resulta necesario analizar qué ocurre con el modelo tradicional, también entendido como modelo hegemónico. Uno de los aportes principales de las nuevas masculinidades consiste en visibilizar cómo la normatividad hace que el sufrimiento no solo se proyecte hacia el exterior de los hombres:
Desde una perspectiva feminista centrada en alcanzar la igualdad de género, analizamos el rol de género que cumple la presunción de vigor. Es un elemento central en la conformación de la estructura psicológica de los hombres. Resulta importante ver cómo los factores ambientales-sociales interjuegan con los individuales-psicológicos de manera sincrónica:
La presión grupal, más cuando hablamos del grupo de iguales en el desarrollo evolutivo, orienta las conductas, los pensamientos y nuestro inconsciente hacia lo normativo y esperable: la tendencia al riesgo y la orientación a la competición se encuentran íntimamente ligadas, se retroalimentan y guardan relación directa con el sufrimiento psicológico.
Por el otro lado, la censura emocional dificulta transitar determinados estados sentimentales y por ende orienta hacia la búsqueda de la autosuficiencia. Al vivir en interdependencia y encontrarnos con la prohibición de recurrir a los demás la experiencia más leve es la frustración, pero con frecuencia encontramos cuadros depresivos de tipo narcisista secundario.
Todas estas formas de sufrimiento suelen venir mediadas por otras formas de afrontamiento-evitación desadaptativas que no hacen sino mantener la problemática: consumo de sustancias, incapacidad para desarrollar trabajos de cuidado intra e inter-personal, mala gestión de los celos, ejercicio de violencia de género, etc.
Terapia feminista
La terapia feminista entiende que los mandatos de género son los grandes olvidados en las teorías psicológicas y sus paradigmas. Como el resto de disciplinas científicas, la Psicología ha sido investigada por hombres, en sujetos principalmente masculinos con una perspectiva que nunca ha puesto en duda de manera rigurosa cómo la construcción del género influye a diferentes niveles. Paradójicamente, la mayoría de personas que acuden a las consultas psicológicas y ejercen ésta profesión son mujeres.
Desde los primeros abordajes de la histeria hasta nuestros días, vemos cómo las terapias tradicionales no terminan de ayudar a las mujeres.
Existen numerosas lagunas de conocimiento que quedan desatendidas cuando obviamos la psicoterapia feminista. Estos vacíos pueden ser tan sutiles como la normalización del amor romántico hasta la culpabilización de las víctimas de abuso sexual. Por supuesto que el abanico es muy amplio y podemos hablar de la presunción de una familia nuclear, la heterosexualidad como norma, la identidad de género cis por defecto, no cuestionar que tener peques es una decisión, etc.
En la psicoterapia con perspectiva de género, ya sea para trabajar sobre nuevas masculinidades en varones o empoderamiento en mujeres, se trata de visibilizar problemas normalizados e invisibles, identificar fortalezas y reescribir la historia personal. Terapeuta y paciente trabajan conjuntamente para desenmarañar estos conflictos al tiempo que se se tienden puentes para un mejor entendimiento.
Como indican Rawlings y Carter, las diferentes maneras de enfocar una terapia feminista y con perspectiva de género tienen en común:
- Dar peso al ambiente como generador de patología en mujeres.
- La necesidad de asumir responsabilidades individuales para cambiar.
- Sororidad como vehículo de comprensión.
- La importancia de construir nuevas masculinidades.
- Buscar la autonomía de las mujeres.
Esta serie de en la actualidad existen múltiples referentes cuyos abordajes teóricos tienden puentes entre la mirada feminista y la psicología y el psicoanálisis, como pueden ser Nora Levinton o Emilce Dio Bleichmar. Sus propuestas para las prácticas psicoterapéuticas son la suma del estudio riguroso de la psique humana acompañado de la perspectiva de género.
El calado de estos determinantes tiene tal magnitud que es altamente recomendable acompañar la deconstrucción de la masculinidad normativa con un proceso psicoterapéutico personal, profesional y capacitante.
Terapia individual
Para que las cosas empiecen a encajar…
Efectos a nivel individual:
Si pensamos en el aspecto individual, una de las primeras consecuencias que encontramos es la censura emocional. No todas las emociones nos están permitidas a las personas que habitamos cuerpo de hombre. Y las que se nos permiten, algunas solo se contemplan en situaciones restringidas. Las nuevas masculinidades señalan: Si la imagen que tenemos que mantener es la de fortaleza, expresiones como el miedo, la duda o la tristeza no son admitidas.
Por extensión, en situaciones difíciles nos cuesta más pedir ayuda, dado que desarrollamos cierta tendencia a la autosuficiencia, proveer de protección y no necesitarla. Cuando todo depende de uno mismo, y el objetivo es conquistar el entorno existe un elevado riesgo de verse desbordado por las frustración y en última instancia, la depresión.
Con este coctail encontramos que el consumo de alcohol, tabaco y cannabis sea mayor en hombres que en mujeres. Por si fuera poco, esta deriva centrada en la omnipotencia y la independencia, cuando se extrema, nos convierte en verdaderos zotes en materia de comunicación afectiva, asertividad y gestión de conflictos.
Efectos a nivel interpersonal:
Si por otro lado pensamos en el aspecto social uno de los primeros efectos que aparece es la presión grupal. Son muchos años, décadas y siglos de perfeccionamiento de este patrón de pensamiento y comportamiento. Todos sabemos que hay leyes no escritas que nos guían sobre cómo actuar en cada situación.
La presión grupal aquí adquiere un matiz añadido que a veces se define desde las nuevas masculinidades como «el pacto de hermandad entre hombres». Esto es una situación cotidiana e invisible donde ante alguna actitud machista en mayor o menor medida, un hombre busca el apoyo y la complicidad de otro, de modo que se sienta legitimado en su postura. El pacto entre hombres va mucho más allá de este ejemplo, y permite imaginar por qué ocurren y se perpetúan muchas conductas que van dirigidas a la mirada aprobadora de un grupo de referencia.
A ese pacto tácito hay que añadirle otra característica asociada al vigor y la masculinidad normativa: la tendencia al riesgo. Bajo esta premisa, nos es necesario probar nuestra fortaleza y valía con ahínco. Esta predisposición nos orienta a competir, buscar el éxito y producir mediante el trabajo remunerado. La laboroadicción está más presente en hombres, pero tampoco es de extrañar que concentremos mayor índice de accidentes, problemas de salud, quiebras financieras, ludopatía, etc.
Consecuencias directas:
El consumo de sustancias como recurso para gestionar el sufrimiento y el malestar es manifiestamente perjudicial para la salud por motivos evidentes. Sin embargo, la cara menos visible es que además se pierde la oportunidad de aprender, desarrollar capacidades y fortalecer nuestro self.
Dada la presión para producir, competir y ser autónomo, lo reproductivo y asociado a los cuidados queda en segundo plano. Por supuesto las consecuencias más directas tienen que ver con cómo nuestros privilegios nos sitúan en una posición aventajada. De cómo el precio que pagamos por lo que tenemos es menor de lo que nos llevamos.
Sin embargo, y a modo de síntesis, es necesario fijarnos en las pérdidas silenciosas que nos señalan las nuevas masculinidades: momentos vitales, situaciones que podíamos haber vivido si nos lo permitiéramos pero que no han podido ser. Compartir abrazos, expresar nuestro cariño, buscar una mano cuando estamos abajo, permitirnos a veces bucear por la miseria con alguien para después salir a flote habiendo aprendido valiosas lecciones.
Psicoterapia para deconstruir:
La identidad de género, la orientación sexual o la expresión de género son aspectos de gran calado para las personas. A veces llegan hasta el punto de tomarse como un Todo cuando oimos hablar de «ese chico trans», «aquella mujer lesbiana» o el «tipo amanerado». Y es que hemos invertido muchos años y esfuerzo en construir nuestra personalidad, hacia dentro y hacia fuera. Resulta sensato pensar que si queremos cambiar cómo expresamos nuestra masculinidad, en concreto aquellos aspectos más lesivos, necesitamos revisar todo nuestro marco vital de referencia, nuestras experiencias, nuestro desarrollo, valores, automatismos, ideales, etc. No es trabajo sencillo, pero si necesario. La psicoterapia, como instrumento de crecimiento personal, es un espacio privilegiado para emprender el camino hacia las nuevas masculinidades.