Cuando planteamos una terapia de la depresión lo que más eficacia demuestra es indagar cómo cada persona ha llegado a ese estado. Generalmente encontramos que:
- Tenemos un deseo o una necesidad central, que no puede ser sustituida o compensada por otra cosa.
- Además, nos acompaña un sentimiento de ser incapaces de conseguirlo.
- No nos limitamos a pensar en que somos incapaces ahora, sino que anticipamos que el futuro será igual. Nos invade la desesperanza.
- Ésta desesperanza provoca cambios en nuestra motivación (abulia, anhedonia, inhibición motora…) y en nuestro afecto (tristeza, irritabilidad…)
Los deseos centrales pueden ser de diversa índole, pero por señalar solo algunos encontramos:
- Deseos de satisfacción y de disminución de la tensión.
- Deseos de apego, contacto y comprensión.
- Deseos de reconocmiento y valoración.
- Deseos relacionados con el bienestar o el sufrimiento de los demás.
Terapia de la depresión
A grandes rasgos, la terapia de la depresión consta de dos fases diferenciadas cronológicamente:
- Estabilización de la sintomatología: Ya sea con o sin apoyo farmacológico, el primer objetivo es aumentar el nivel de activación fisiológica, cognitiva y conductual. Trabajando conjuntamente, terapeuta y paciente van retomando actividades que otorgaban sentimientos de valía y bienestar.
- Análisis de su génesis, desarrollo y mantenimiento: Una vez el síntoma ha remitido somos capaces de explorar aquellas causas, situaciones, deseos y necesidades que han dado lugar a la depresión. Esta resulta la parte más importante para conseguir superar la tristeza y hacer que no reaparezca del mismo modo.