«Pues no te creas que me apetece tanto quedar»
La cuarentena ha sido diferente para cada uno de nosotros. Hay quien la ha pasado en soledad o acompañada; con pareja o en crisis; con hijas o sin ellas; con mascotas o no; con trabajo, en Erte o sin sueldo; sufriendo pérdidas o alegrándose por recuperaciones; con mucho que hacer o con las paredes cayéndose encima; en grandes casas o sótanos pequeños. Cada uno tendremos unas necesidades distintas y una forma de posicionarnos ante la desescalada diferente: No todos tenemos la misma idea sobre quedar durante la desescalada. Sin embargo, ante un evento traumático como este, es de esperar que nuestras defensas se activen y en ocasiones nos impidan hacer ciertas cosas.
Quedar con gente durante la desescalada es uno de los grandes anhelos que colectivamente hemos ido deseando durante los últimos meses. Ahora que empezamos a poder hacerlo nos surgen dudas y temores. Este sentimiento es totalmente entendible puesto que el virus no ha desaparecido. Se puede sentir miedo: miedo a un contagio, miedo a estar cerca de otras personas, miedo a tocar el mobiliario urbano y a contagiar especialmente si se convive con personas de edad avanzada o enfermas.
Tenemos que tener en cuenta que hemos aprendido a protegernos de una manera que no es sostenible a largo plazo. El confinamiento es una respuesta ante una necesidad extrema, necesaria para contener el avance y doblegar la curva, pero inviable para llevar vidas equilibradas y plenas. Nuestra meta ha de ser encontrar un equilibrio donde podamos adoptar las medidas de seguridad pautadas por los referentes sanitarios y al mismo tiempo disfrutar de los encuentros y relacionarnos con otras personas.
Para llegar a este estado al quedar con gente durante la desescalada seguramente nos encontraremos con resistencias que tenemos que sortear. Muchas veces, al miedo se le vence con una exposición gradual y controlada, del mismo modo que la tristeza o la desgana nos exige una cierta activación conductual por nuestra parte. Tenemos que proponernos, en la medida de nuestras capacidades, ir rompiendo poco a poco el cascarón que nos ha protegido estos meses. Tampoco podemos olvidar que cada cual lleva su ritmo, y que seguro que encontramos personas cercanas que necesitan un poco más de tiempo: démosle el que necesiten, así como nuestro apoyo y comprensión.
Terapia individual
Para que las cosas empiecen a encajar
¿Qué ocurre con los saludos?
El contacto físico en forma de caricias, abrazos o besos es algo que necesitamos para sobrevivir y desarrollarnos desde nuestra más tierna infancia. Cada día se constata con mayor firmeza la importancia del contacto piel con piel con los recién nacidos. En la otra cara de la moneda encontramos el Síndrome de hospitalismo y la depresión anaclítica: En los años 40 Rene Spitz llevó a cabo un estudio que mostraba cómo afectaba a los bebés en hospitales y orfanatos la separación de su figura de apego durante períodos prolongados. La privación afectiva y de contacto generaba mutismo, pérdida de la expresión mímica, anorexia, insomnio, pérdida de peso y retardo psicomotor global.
Aunque influyen características culturales, para los adultos el contacto sigue siendo muy importante. Cuando otras personas nos abrazan nuestros niveles de oxcitocina en sangre aumentan, compartimos un espacio físico y a veces un estado psicológico. Todo esto está presente cuando saludamos con dos besos, la mano o un abrazo. Esta conducta cobra aún más importancia cuando echamos de menos a alguien: un reencuentro esperado se expresa con un largo abrazo.
Ahora, al quedar con gente durante la desescalada, se da esa combinación desagradable donde precisamente expresar lo mucho que echamos de menos a nuestros seres queridos es lo que supone un riesgo. Así que… ¿qué podemos hacer?
- Explicitar lo extraño de la situación: Señalar al elefante en la habitación y hablar sobre lo raro que es esto. Es bueno también recurrir al sentido del humor.
- Si se trata de alguien cercano podemos preguntar directamente cómo saludarnos. El acuerdo ideal es siempre el que se amolda a las necesidades más conservadoras: Si yo quiero abrazar pero la otra persona prefiere un choque de codos así será.
- Encuentra formas que te resulten cómodas: Saludar con la mano, con el codo o con los pies, haciendo una reverencia o un autoabrazo.
- Si llevas mascarilla, recuerda la importancia de la expresión en los ojos y las cejas. Es importante que te quites las gafas de sol o la otra persona verá más un robot que otra persona.
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