La relevancia de la regulación emocional:
Desde que nacemos y a medida que nos vamos desarrollando aprendemos a regular nuestras emociones. Las diferencias de género y otros factores de socialización nos enseñan durante esos años qué emociones son aceptadas socialmente, y en nuestra experiencia queda guardado para qué las podemos usar o si hay alguien fuera atento a ellas.
Es esperable que las personas adultas posean una mayor capacidad de regulación emocional, sobre todo en emociones como la ira o la ansiedad. Sin embargo, no siempre podemos decir que gestionemos bien las emociones. Aunque entre dentro de la normalidad a veces dejarnos llevar totalmente por ellas y después arrepentirnos (o no), cuando resulta habitual que únicamente ellas estén al mando de una manera primitiva podemos hablar de un grave impacto negativo en el bienestar personal o incluso de enfermedad mental.
¿Qué consecuencias puede tener no modular adecuadamente las emociones?
Cada emoción cumple una función en uno mismo y su entorno. Exagerar o inhibir, tanto la expresión como la experiencia emocional nos hará perder un recurso clave de detección y comunicación. Por ejemplo, con emociones relacionadas con la ira o el miedo principalmente veremos afectadas nuestras relaciones sociales.
¿Por qué resulta complicado a veces?
Son muchos los factores que influyen y tienen sus raíces en el aprendizaje, la genética y el funcionamiento neuropsicológico. A veces la creencia de que las emociones negativas es algo que precisamente nos lleva a problemas, otras veces ocurre que hay una carencia de herramientas o una falta de campo de pruebas donde poder experimentar con ellas.