Según la RAE, el conflicto es:

· “Combate, lucha, pelea”
· “Enfrentamiento armado”
· “Apuro, situación de desgracia y de difícil salida”
· “Problema, cuestión, materia de discusión”

Estas definiciones reflejan las concepciones negativas que tiene la sociedad hispanohablante. Teniendo en cuenta estas conceptualizaciones, lo más normal es salir corriendo o combatir para aplastar a la otra parte.

Sin embargo, no existe sociedad o sistema libre de conflictos, ya que estos son inevitables e inherentes a las relaciones y aparecen cuando hay divergencia de intereses. Los conflictos tampoco son neutros, pues tienen capacidad para desarrollar consecuencias negativas o positivas, en función de cómo se resuelvan.

Una sociedad pacífica es una sociedad en la que los conflictos se gestionan de una manera constructiva. Sin ir más lejos, y a modo de apunte, en Chino la palabra conflicto se compone de crisis y oportunidad.

Además, los conflictos requieren un análisis por parte de los implicados para que el conflicto cobre valores positivos y constructivos. Estos valores no vienen dados, hay que buscarlos activamente. Algunos aspectos positivos de los conflictos son:

  • Están en la raíz del cambio personal y social.
  • Estimulan el interés y la curiosidad.
  • Evitan estancamientos.
  • Permiten conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás.
  • Favorecen la construcción de relaciones más duraderas si la resolución es buena.
  • Ayudan a aprender nuevos y mejores modos de responder a los problemas.
  • Nos preparan para los conflictos futuros.

Es perfectamente comprensible ver la dificultad en esta idea, más aún cuando se está inmerso en un conflicto enquistado con gran implicación emocional. Sin embargo, la presencia de profesionales formados en el campo de la resolución de conflictos cada vez permite a más personas cambiar el prisma con el que miramos y damos salida a los problemas. No en vano, la mediación y su ejercicio profesional son cada día más demandadas desde todas las esferas de la sociedad.